30 octubre 2007

LA TRADICION DEL DIA DE LOS MUERTOS EN MEXICO




La muerte es el destino inexorable de toda vida humana y es natural que nos asuste y angustie su realidad, sobre todo cuando vemos de cerca el peligro de morir o cuando afecta a nuestros seres queridos.
Este resumen dedicado a la celebración del Día de Muertos tiene el propósito de acercar a niños y adultos con la idea de la muerte, para que la vayan aceptando como parte inevitable de la vida humana, conocer cómo algunas culturas antiguas también hacían ritos sobre la muerte; y fortalecer el carácter desde el punto de vista religioso.
Además, espero pueda ayudar a entender mejor la sensibilidad mexicana, nuestra manera tan particular entender y dar sentido a la celebración del Día de Muertos.
Más que el hecho de morir, importa más lo que sigue al morir. Ese otro mundo sobre el que hacemos representaciones, costumbres y tradiciones que se convierten en culturas, todas de igual importancia, pues ante el camino desconocido que la muerte nos señala, sólo es posible imaginarla con símbolos.
EL CULTO A LOS MUERTOS EN OTRAS CULTURAS
En las culturas antiguas como la China y Egipcia el culto a los muertos es un símbolo de unidad familiar. Les rendían culto construyendo templos y pirámides.
En la cultura China por ejemplo, en los aniversarios, se quemaba incienso, se encendían candelas y colocaban ofrendas de alimentos sobre un altar. Eran los días en los que se recordaba las grandes deudas que se tenían con los antepasados.
Los antiguos egipcios creían que el individuo tenía dos espíritus. Cuando fallece, uno va al más allá y el segundo queda vagando en el espacio, por lo que tiene necesidad de comer. Consideraban que este espíritu vivía en el cuerpo que ellos cuidadosamente habían embalsamado, de esta manera el espíritu podía seguir existiendo. Este espíritu era quien recibía las ofrendas.
LOS AZTECAS Y EL CULTO A LA MUERTE
La fiesta de muertos está vinculada con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la recolección o cosecha. Es decir, es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores y que se compartía hasta con los muertos.
En la cultura Náhuatl se consideraba que el destino del hombre era perecer. Este concepto se detecta en los escritos que sobre esa época se tienen. Por ejemplo, existe un poema del rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472): Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando. / Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo, señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, / también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, / nadie habrá de quedar.
Este sentimiento de la representación del destino se debe entender en el sentido de que el pueblo azteca se concebían como soldados del Sol, cuyos ritos contribuían a fortalecer al Sol-Tonatiuh en su combate divino contra las estrellas, símbolos del mal y de la noche o de la oscuridad. Los aztecas ofrecían sacrificios a sus dioses y, en justa retribución, éstos derramaban sobre la humanidad la luz o el día y la lluvia para hacer crecer la vida.
El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la religión de los antiguos mexicanos. Creían que la muerte y la vida constituyen una unidad. Para los pueblos prehispánicos la muerte no es el fin de la existencia, es un camino de transición hacia algo mejor.
Esto salta a la vista en los símbolos que encontramos en su arquitectura, escultura y cerámicas, así como en los cantos poéticos donde se evidencia el dolor y la angustia que provoca el paso a la muerte, al Mictlán, lugar de los muertos o descarnados que esperan como destino más benigno los paraísos del Tlalocan.
El sacrificio de muerte no es un propósito personal; la muerte se justifica en el bien colectivo, la continuidad de la creación; importa la salud del mundo y no entraña la salvación individual. Los muertos desaparecen para volver al mundo de las sombras, para fundirse al aire, al fuego y a la tierra; regresa a la esencia que anima el universo.
Los sacrificios humanos se consideran como el tributo que los pueblos vencedores pagaban a sus dioses, y ellos a su vez alimentaban la vida del universo y a su sociedad.
Por otro lado, cuando alguien moría, organizaban fiestas para ayudar al espíritu en su camino. Como en la antigua cultura egipcia, los antiguos mexicanos enterraban a sus muertos envueltos en un "petate", les ponían comida para cuando sintieran hambre, ya que su viaje por el Chignahuapan (del náhuatl: nueva apan, en el río; o "sobre los nueve ríos"), parecido al purgatorio, era muy difícil de transitar porque encontrarían lugares fríos y calurosos.
LA CELEBRACION EN LA ACTUALIDAD
Esta celebración conserva mucha de la influencia prehispánica del culto a los muertos, las encontramos en Tláhuac, Xochimilco y Mixquic, lugares cercanos a la ciudad de México. En el estado de Michoacán las ceremonias más importantes son las de los indios purépechas del famoso lago de Pátzcuaro, especialmente en la isla de Janitzio. Igualmente importantes son las ceremonias que se hacen en poblados del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca y en Cuetzalán, Puebla.
Sobre sus altares encienden velas de cera, queman incienso en bracerillos de barro cocido, colocan imágenes cristianas: un crucifijo y la virgen de Guadalupe. Ponen retratos de sus seres fallecidos. En platos de barro cocido se colocan los alimentos, estos son productos que generalmente ahí se consumen, platillos propios de la región. Bebidas embriagantes o vasos con agua, jugos de frutas, panes de muerto, adornados con azúcar roja que simula la sangre. Galletas, frutas de horno y dulces hechos con calabaza.
SENTIDO MEXICANO DE LA MUERTE
En el México contemporáneo tenemos un sentimiento especial ante el fenómeno natural que es la muerte y el dolor que nos produce. La muerte es como un espejo que refleja la forma en que hemos vivido y nuestro arrepentimiento. Cuando la muerte llega, nos ilumina la vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo la vida, "dime como mueres y te diré como eres".
Haciendo una confrontación de los cultos prehispánicos y la religión cristiana, se sostiene que la muerte no es el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección son los estadios del proceso que nos enseña la religión Cristiana. De acuerdo con el concepto prehispánico de la muerte, el sacrificio de la muerte -el acto de morir- es el acceder al proceso creador que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a Dios (a los dioses) como la deuda contraída por habernos dado la vida.
Pero el cristianismo modifica el sacrificio de la muerte. La muerte y la salvación se vuelven personales, para los cristianos el individuo es el que cuenta.
Las creencias vuelven a unirse en cuanto que la vida sólo se justifica y trasciende cuando se realiza en la muerte.
La creencia de la muerte es el fin inevitable de un proceso natural. Lo vemos todos los días, las flores nacen y después mueren. Los animales nacen y después mueren. Nosotros nacemos, crecemos, nos reproducimos en nuestros hijos, después nos hacemos viejos y morimos. A menudo en un accidente perdemos a nuestros seres queridos, un amigo, un hijo o un hermano.
Es un hecho que la muerte existe, pero nadie piensa en su propia muerte. En las culturas contemporáneas la "muerte" es una palabra que no se pronuncia. Los mexicanos tampoco pensamos en nuestra propia muerte, pero no le tenemos miedo porque la fe religiosa nos da la fuerza para reconocerla y porque quizas también somos un poco indiferentes a la vida, supongo que así es como nos justificamos.
El desprecio, el miedo y el dolor que sentimos hacia la muerte se unen al culto que le profesamos. Es decir, que la muerte puede ser una venganza a la vida, porque nos libera de aquellas vanidades con las que vivimos y nos convierte, al final, a todos por igual en lo que somos, un montón de huesos.
Entonces la muerte se vuelve jocosa e irónica, la llamamos "calaca", "huesuda", "dentona", la "flaca", la "parca". Al hecho de morir de damos definiciones como "petatearse", "estirar la pata", "pelarse" morirse. Estas expresiones son permiten jugar y en tono de burla hacer refranes y versos.
En nuestros juegos está presente con las calaveritas de azúcar o recortes de papel, esqueletos coloridos, piñatas de esqueletos, títeres de esqueletos y cuando hacemos dibujos en caricaturas o historietas.

Los gobiernos locales, sus posibilidades y limitaciones para diseñar e implementar políticas sociales urbanas.


La capacidad de los gobiernos municipales para crear instrumentos politicos que contribuyan a mejorar la calidad de vida del conjunto de la ciudadanía.

En América Latina las políticas sociales en general, y las políticas sociales urbanas en particular, fueron importantes mecanismos de clientelismo político que operaron con cierta eficacia durante el período del estado corporativo. En la actualidad, cuando se trata de consolidar la democracia como forma de gobierno y en el contexto de la globalización, las metrópolis deberán jugar nuevos roles en tanto principales espacios receptores de la modernidad y de la expansión de la pobreza y desigualdad social.
Todo ello coincide en un contexto político y social signado por exigencias crecientes de la sociedad en relación con la democratización política y la apertura de canales de participación ciudadana. En este sentido, es necesario diseñar diferentes e innovadoras políticas públicas y transformar sustancialmente las relaciones gobierno-ciudadanía. La gobernabilidad y el buen gobierno de las ciudades son hoy el marco para analizar los problemas urbanos y la gestión del territorio.
Desde la perspectiva de la gestión urbana, tenemos la existencia de tres dimensiones territoriales en las ciudades latinoamericanas grandes y medianas: metropolitana, central y barrial. Lo primero que percibimos es que estas realidades territoriales no se corresponden con formas de gobierno particulares.
Salvo el caso de Quito, Ecuador, en América Latina no han existido gobiernos metropolitanos. Las ciudades poseen uno, o más gobiernos locales cuando se trata de ciudades metropolitanas, los cuales gobiernan en un mismo territorio de acuerdo con una delimitación político-administrativa de nivel municipal.
En los gobiernos locales, elegidos democráticamente por la ciudadanía prevalece un modelo de gobierno fuertemente centralizado en el ejecutivo local, mientras que la capacidad de gobierno del legislativo, cabildo o cámara local varía mucho según la ciudad. Las instancias de coordinación metropolitana suelen ser poco eficaces y es el municipio o la municipalidad central el que concentra los recursos e impone un modelo de ciudad. A nivel barrial no existen órganos de gobierno y en el mejor de los casos existen formas de participación ciudadana institucionalizadas (comités o juntas vecinales).
Este es un esquema general pero las ciudades son realidades complejas constituidas por la integración de unidades espaciales diferenciadas, la existencia de autoridades de diferente nivel jerárquico y la presencia de una ciudadanía segmentada en su identidad territorial y social. Las bases de su gobernabilidad fueron, durante muchas décadas, instituciones y procedimientos limitadamente eficientes y poco democráticos.
Cuando estas grandes o medianas ciudades son a la vez la Capital de la república, como es el caso de ciudad de México, Buenos Aires o Montevideo, los procesos de transformación son aún más complejos y las cuestiones que están en juego para crear un nuevo orden económico, social, espacial y ambiental, son mayores y sustancialmente diferentes.
Gobernar estas ciudades con un mínimo de eficiencia en la gestión de su territorio y de sus servicios y hacerlo en democracia, supone lograr un equilibrio entre el gobierno central y el local, que permita que este último actúe con cierto grado de autonomía, sin perder de vista que en esa ciudad se localiza y se concentra el poder de la nación. Los desafíos para estos gobiernos locales son muchos puesto que deben crear una diferente sustentabilidad económica y ecológica a la vez que se construye una gobernabilidad democrática. Se trata entonces de crear un auténtico y autónomo gobierno local donde por lo general han prevalecido los aparatos administrativos.
La construcción de gobiernos locales fuertes y democráticos en las ciudades depende de un conjunto de factores entre los cuales merecen señalarse: l) cuanto mayor es la importancia económica, política y social que posee la ciudad en el sistema nacional o regional de ciudades mayor es la ingerencia que posee el gobierno central y el gobierno estatal en la definición de sus políticas públicas; 2) el carácter sectorial y centralizado de las políticas públicas resta autonomía al gobierno local ; 3) los limitados recursos de que disponen los gobierno locales para atender las necesidades urbanas insatisfechas señalan márgenes muy estrechos para una actuación autónoma.
Sin duda cada ciudad posee un papel económico y político singular, una identidad cultural y una historia propia , por ello es importante que desde estas particularidades alimentemos el debate y nos preguntemos en un principio :¿en qué medida la forma de gobierno condiciona la calidad de vida que ofrecen las ciudades latinoamericanas. ¿Qué instancias del ejecutivo local participan en el diseño e implementación de las políticas sociales urbanas, en particular de atención a la pobreza? ¿Cuál es la procedencia y el monto de los recursos de que disponen los gobiernos locales para las políticas sociales urbanas?¿Cuál es el papel que juegan los representantes políticos en las cámaras locales en los procesos de gestión urbana?¿Cuáles son las bases para crear una gobernabilidad democrática a nivel local, en particular, cuáles son las formas de participación ciudadana institucionalizada y no institucionalizada que existen?
Considerando que se ha avanzado en América Latina sobre la descentralización, es cierto que los gobiernos centrales comienzan a ceder funciones, competencias y en menor medida recursos a los gobiernos locales. Pero lo hacen aún muy lentamente. Además en el interior de los gobiernos locales se reproduce la concentración de recursos en el municipio central y/o en determinadas zona de las ciudades. Es entonces importante preguntarnos: ¿cuál es el avance de los procesos descentralizadores de cada país en dos sentidos: 1) el traspaso de funciones, recursos y actividades del gobierno central a los gobierno locales de las ciudades y 2) el avance de llamada "infradescentralización", es decir la descentralización en el interior de las ciudades, de las zonas centrales a las periféricas?
El otro tema directamente vinculado a éste es el de la participación ciudadana. A las transformaciones relacionadas con un uso más eficiente y honesto de los recursos un buen gobierno debe agregar innovaciones en relación con las formas cómo se procesan y atienden las demandas ciudadanas. Sin duda es en el ámbito local donde la participación ciudadana tiene mayores posibilidades de ser efectiva. Es en el barrio, la colonia donde los individuos acceden, en condiciones diferenciales, a bienes y servicios que conforman la dimensión social de la ciudadanía, que definen su calidad de vida en la ciudad. Pero debe recordarse que en América Latina la limitada institucionalización de participación ciudadana o su subordinación a las formas de representación corporativas ha generado un excesivo burocratismo y un alto grado de discrecionalidad en los procesos de toma de decisiones, los cuales son indicadores de la baja calidad de la democracia.
Durante varias décadas, la responsabilidad sobre las políticas urbanas se restringió al ámbito de lo estatal y diferentes actores trataban de incidir por vías, formales e informales, para que sus intereses fueran tomados en cuenta. Por ello, los ciudadanos y las organizaciones sociales que demandaban y demandan la atención de sus necesidades urbanas básicas dedican grandes esfuerzos y tiempo para identificar a los interlocutores gubernamentales con capacidad e interés en resolver sus problemas. La complejidad y la ineficiencia burocráticas, así como la falta de información respecto a los criterios de asignación de recursos y/o definición de prioridades en las instituciones del aparato gubernamental para tratar asuntos de interés público, son indicadores de la debilidad de las democracias latinoamericanas y de los obstáculos que existen para que la ciudadanía pueda ejercer sus derechos sociales, algunos de los cuales están consagrados en las respectivas Constituciones. Así, durante décadas, la forma de relación de los movimientos urbanos autónomos y las instituciones del estado fue de enfrentamiento y lucha y sólo recientemente, la apertura democrática favorece la aparición de una cultura de la negociación entre las partes, que permita buscar soluciones a los graves problemas que presentan nuestras ciudades. Pero actualmente, no basta asignar recursos apelando a criterios de racionalidad técnica para mejorar la calidad de vida de nuestras ciudades, sino que es necesario generar posibilidades reales de participación ciudadana en la esfera de lo público.
La participación ciudadana a diferencia de otras formas de participación, refiere específicamente a que los habitantes de las ciudades intervengan en las actividades públicas representando intereses particulares (no individuales) (Cunnill). Pero para que esta participación sea efectiva deben generarse compromisos y condiciones institucionales y, sobre todo, existir el convencimiento de que la deliberación pública y la interacción social, la aceptación y el respeto por el pluralismo ideológico, son valores y prácticas positivos y esenciales para vivir en democracia; valores y prácticas que pueden y deben ejercerse en primer término en el cotidiano y en el espacio local, que es donde se da la mayor proximidad entre autoridades y ciudadanos.
En este sentido, existen ya procesos que demuestran la aportación de diferentes formas de participación ciudadana a la democratización de los aparatos o instituciones del estado, lo cual permite hacer del espacio de lo estatal un espacio público. Estas formas de participación sustancialmente diferentes a la participación corporativa que existió durante muchas décadas, sientan nuevas bases para consolidar una gobernabilidad democrática. A nivel local se registran interesantes experiencias en las ciudades latinoamericanas tales como el presupuesto participativos en la gestión urbana, proceso de planeación participativa y estratégica, programas innovadores diseñados entre los funcionarios y la ciudadanía en materia de equidad de género, relaciones directas y de concertación entre quienes toman las decisiones y quienes presentan las demanda y muchos más. Todos estos son indicadores de que puede existir una gobernabilidad democrática en estos territorios urbanos, aunque tal vez, el principal reto es garantizar que éstas prácticas logren vencer las muchas dificultades que encierra su concreción e institucionalización.
La ciudad es, en gran medida, un patrimonio colectivo. Su construcción y conservación requiere del saber de los técnicos, de inversión pública y privada, de gobiernos locales legítimamente constituidos, de funcionarios públicos que actúen con honestidad, de la acción de organizaciones sociales y de organizaciones no gubernamentales que han demostrado su capacidad para transformar y mejorar las condiciones de vida de los sectores populares. Las formas de participación ciudadana deben contemplar necesariamente esta complejidad social para garantizar su eficacia.
La participación ciudadana en los procesos decisorios es un componente fundamental para crear las bases de una gobernabilidad democrática en nuestras ciudades. También lo es cuando se trata de diseñar e implementar políticas sociales urbanas. Sin embargo, sabemos que son muchas las dificultades que debemos vencer para lograr que esto ocurra.
Saber como y cuando dar a conocer las experiencias de diferentes ciudades en materia de participación ciudadana en la elaboración de políticas sociales urbanas puede contribuir a advertirnos sobre los errores y a aprender de los aciertos.

Las mujeres, los gobiernos locales y la descentralización.



Un patrón femenino prácticamente universal revela la presencia y participación de las mujeres alrededor de los espacios locales, vinculadas con los asuntos de la vida cotidiana en la esfera de la familia y las tareas domésticas. Plasmadas en el territorio la división y desigualdad entre los géneros, el barrio, la comunidad vecinal, la localidad, representan los lugares de la vida social donde las mujeres se han históricamente desenvuelto y proyectado sus roles, habilidades y luchas (Massolo, 1996). Los estudios de género han encontrado que los espacios locales y el hacer política comunitaria facilitan la participación pública de las mujeres debido a la proximidad espacial y la mayor flexibilidad de tiempo (Randall, 1987), aunque también se ha criticado la ideología de comunidad que naturaliza "el lugar de la mujer" en la frontera estrictamente local, ocultando situaciones de opresión, explotación y discriminación de género.
El formidable protagonismo femenino en los espacios locales de la pobreza latinoamericana implica serios riesgos y costos físicos, emocionales y morales pero no es una visibilidad de víctimas, sino la de una fuerza social protagonista capaz de lograr mejorar las condiciones vida familiares y comunitarias, contribuyendo a mantener la gobernabilidad local. Sin embargo, el punto de vista y posturas de las mujeres prácticamente estuvo ausente de las opiniones, análisis y debates sobre la descentralización cuando entró a la escena latinoamericana. Difícilmente encontramos en la literatura sobre el tema planteamientos desde las mujeres en torno a la política de descentralización y las reformas municipales. Incluso las mujeres de los sectores populares urbanos que componen el movimiento social multifacético de las mujeres latinoamericanas, con su fuerte inserción en los espacios locales, no percibieron a la descentralización como una reforma del estado que les podría beneficiar. Aun a mediado de la década de 1990 se constataba en un estudio de organizaciones de base de pobladoras de Santiago de Chile, que entre las mujeres no se encuentra la noción de un estado descentralizado donde los niveles de gobierno tienen poder y ámbitos propios de decisión; el "ideal" para ellas si se quiere resolver un problema es llegar a La Moneda , sede del poder presidencial (Weisntein, 1995).
La debilidad, incapacidad y desprestigio de los municipios lógicamente no alentaban el cambio de perspectiva así como la marca "neoliberal" de las reformas generaba más suspicacias que adhesiones. Pero fue más bien la fuerza de atracción del estado central lo que se impuso, por sobre las iniciativas de descentralización del mismo estado. A inicios de la década de los noventa se comenzó a dar un giro de la mirada de género hacia lo local y la descentralización; los pensamientos y las voces de las mujeres entraron a la escena de los debates, los intercambios de experiencias y propuestas sobre el tema de la descentralización.
No se puede ignorar que el potencial de oportunidades de los espacios locales urbanos y rurales en América Latina están acechados por la realidad de la masiva pobreza y la feminización de la pobreza9 la cual se manifiesta, entre otros aspectos, en el fenómeno del aumento de hogares a cargo de una mujer sobre todo en las ciudades, las que son el principal sino el único sostén económico de la familia.
Resumiendo, la presencia y participación de las mujeres en los espacios locales, considerando su diversidad, reúne las siguientes características:
• Los espacios locales adquieren especial importancia ya que son el mundo público con los que las mujeres se encuentran más familiarizadas y donde despliegan sus habilidades de participación como gestoras sociales para el mejoramiento de la calidad de vida de la familia y la comunidad.
• Se proyecta su rol doméstico sobre el espacio público pero no se disminuyen o eliminan las desigualdades de género. La participación de las mujeres se concentra en cuestiones y tareas relativas a las necesidades básicas de la familia y la comunidad, mientras que los hombres se reservan la participación en los cargos de poder político en las organizaciones sociales y el gobierno local.
• Se percibe y aprecia la participación femenina únicamente en función de ser intermediarias de fines de bienestar para otros y por la eficacia que garantizan en la realización de los programas. Predomina una concepción instrumental de la participación femenina asociada a graves problemas y emergencias sociales, como los de la pobreza.
• Es inusual que se conciba y valore a las mujeres como sujetos sociales portadores de derechos propios, ni que se las aprecie como agentes de cambio en el desarrollo local.
• Todavía prevalece la creencia entre autoridades municipales y líderes de la comunidad de que las mujeres representan un servicio público gratuito, disponible todo el tiempo y para todo problema o emergencia social. Las mismas mujeres contribuyen a reproducir dicha convicción debido a la socialización en los roles de género (madre, ama de casa, esposa) y a la división sexual del trabajo, que recarga sobre las mujeres las labores domésticas y el cuidado de los niños.
• También aún prevalece la creencia de que las mujeres disponen de "más tiempo libre" que los hombres para dedicarse al servicio de las necesidades de la comunidad. Se da por descontado su disponibilidad incondicional ignorando las sobrecargas de trabajo, los desgastes físicos y emocionales y los malabarismos que tienen que hacer para darse el tiempo de cumplir con todas sus obligaciones de género.
• Para las mujeres, principalmente de bajos ingresos, la participación en el mundo público local es más una obligación por necesidad que un derecho ciudadano a participar en los asuntos públicos.
En la denominada política "informal" o "comunitaria", que es una forma de hacer política desde del entorno social cotidiano, las mujeres se involucran en los asuntos de interés público y sus experiencias nos enseñan que:
 establecen relaciones de fuerza y presión ante las autoridades locales;
 demandan y gestionan recursos;
 protestan, negocian y ejercen influencia;
 contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida y al desarrollo local;
 adquieren habilidades de ciudadanas competentes;
 logran autoestima y prestigio social;
 adquieren poder de liderazgo;
 representan un efectivo patrón de participación social en la vida política local (Massolo, 1994).
Una paradójica dinámica de inclusión-exclusión envuelve la presencia y participación femenina en la esfera pública local. El hecho que hayan adquirido visibilidad y voz pública no significa que son reconocidos sus problemas específicos de género, ni son valoradas seriamente sus capacidades y contribuciones. La revalorización de los gobiernos locales en América Latina no ha corrido pareja a la revalorización de las mujeres como ciudadanas titulares de derechos.
Siendo la municipalidad la instancia de gobierno y representación política más próxima a la ciudadanía vinculada a los asuntos de la vida cotidiana, paradójicamente no ha facilitado el acceso de las mujeres a los cargos del poder municipal. Las municipalidades latinoamericanas carecen de pluralidad de género puesto que son mayoritariamente encabezadas por hombres. Claramente no se verifica una correlación positiva entre mayor cercanía del gobierno y mayor participación política formal de las mujeres. Por lo cual, el principio de proximidad que legitima particularmente al gobierno local, no funciona como principio que favorece la equidad de género en el acceso al poder municipal. Los gobiernos locales están marcados por la inequidad de género, aunque algunos cambios y avances están ocurriendo.
En cuanto al cargo de alcaldesa de acuerdo a la información recabada de 16 países - con un total de 15,828 municipios - las mujeres sólo representan 5,3% de ese total.
La proporción promedio en América Latina y la proporción en cada país poco ha variado desde la década de los años ’80. Tampoco ha variado significativamente el patrón territorial de ubicación de las alcaldesas, casi la mayoría en municipios rurales y pequeñas ciudades. Son excepciones las que acceden a gobiernos locales de ciudades capitales o metrópolis, como Marta Suplicy en Sao Paulo, Brasil.
En 2002 la Secretaría Mundial de IULA (actualmente fusionada en la nueva organización mundial Ciudades y Gobiernos Locales Unidos), presentó el Programa Global de Mujeres en el Gobierno Local cuyo objetivo es el estímulo a la representación equitativa de la mujer en la toma de decisiones de los gobiernos locales, y la integración transversal de género en el diseño de las políticas locales y la prestación de los servicios. En Santo Domingo, República Dominicana, se realizó la Conferencia Internacional "Las Mujeres en el Gobierno Local y la Toma de Decisiones", en septiembre de 2002, donde se discutieron los obstáculos a la participación femenina en los gobiernos locales, el rol de los partidos políticos, el rol de la asociaciones nacionales de municipalidades y de la redes de mujeres electas. También como parte del Programa Global se llevó a cabo el Seminario Regional de Conformación de la Red para la Equidad de Género, en la ciudad de Quito, Ecuador, en noviembre de 2003, con el fin de organizar la ejecución del proyecto "Mujeres en la Toma de Decisiones Locales", componente latinoamericano, que tiene el objetivo de promover una gobernabilidad participativa y equitativa en los gobiernos locales latinoamericanos, basada en los principios de equidad de género e igualdad de oportunidades. La Red se propone realizar la siguiente agenda de actividades en los países seleccionados (Perú, Bolivia, República Dominicana y Paraguay): aumentar el número de mujeres en cargos de elección popular y hacer del género una prioridad en todos los trabajos de las ciudades y los gobiernos locales; impulsar el fortalecimiento de redes nacionales de mujeres electas y de la red regional; elaborar materiales de capacitación y sistematización de experiencias de planificación con enfoque de género; recopilar información sobre la participación política en los países asociados a la red y crear una base de datos para la difusión de los mismos; promover la discusión relacionada con el tema de la participación política de las mujeres.
Una importante novedad es la aparición en la escena pública local, nacional e internacional de asociaciones de mujeres municipalistas. Esta nueva visibilidad y empoderamiento de las mujeres autoridades locales a través de sus propias asociaciones y redes, es uno de los cambios cualitativos más significativos e innovadores junto con la introducción de la perspectiva de género en las políticas y los programas de la agenda municipal, que están ocurriendo en el nuevo panorama de los gobiernos locales latinoamericanos. La conformación de las asociaciones y redes responde en cada país a distintos contextos y procesos políticos y sociales, que de una u otra manera han facilitado la toma de decisiones de las mujeres involucradas, con el apoyo de ONGs y de la cooperación internacional.
Ejemplos de estas asociaciones y redes son la: Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL); Asociación Nacional de Regidoras, Síndicas y Alcaldesas Salvadoreñas (ANDRYSAS); Red de Mujeres Munícipes del Paraguay; Unidad Temática "Género y Municipio" de la Red de Mercociudades.
La iniciativa pionera de asociación a escala regional es la Federación de Mujeres Municipalistas de América Latina y el Caribe (FEMUM-ALC), creada en la ciudad de Quito, Ecuador, en septiembre de 1998 en el marco del Foro "Género y Gobiernos Locales" organizado por IULA/CELCADEL y el PGU-ALC. La FEMUM-ALC cuenta con su Estatuto que la define como una organización regional de derecho propio, sin fines de lucro, con finalidad social y pública, técnica y política, cuyos objetivos entre otros son:
• Servir de interlocutora entre las municipalidades de América Latina y el Caribe y las Asociaciones Nacionales de Mujeres Municipalistas.
• Exigir e impulsar en los gobiernos, parlamentos y partidos políticos el derecho al porcentaje equitativo de participación, a través de cuotas electorales alternadas en los procesos de elección popular.
• Contribuir al mejoramiento del nivel de eficiencia y eficacia en la gestión de las Concejalas o Regidoras en las municipalidades de la región.
• Propiciar y facilitar la participación en el ámbito municipal de las ciudadanas en la toma de decisiones, en los presupuestos y en la ejecución de obras.
Proceso inédito e incipiente que va avanzando a pesar de las limitaciones y dificultades que encuentra en el camino, el asociacionismo de las mujeres autoridades locales ya cuenta con precedentes y experiencias en nuestros países latinoamericanos. Falta una mayor y más amplia difusión de las asociaciones y redes, que aún son poco conocidas y se hacen poco conocer, tal vez porque son los primeros pasos que se están dando y por los escasos recursos que disponen.
Bibliografia:"Gobiernos locales y mujeres:
nuevos cambios y desafíos
en América Latina"
Alejandra Massolo, 2005