07 enero 2008

EL EJEMPLO DEL “MODELO A SEGUIR” EN LA POLITICA Y LO SOCIAL: ¿ÉXITO O FRACASO?


Quienes a lo largo de América Latina hacen propuestas que pretenden desarrollar otras posibilidades a partir de la realidad – una realidad que por momentos nos agobia por su persistente carga sobre las mismas espaldas de las crecientes mayorías sociales empobrecidas y excluídas, y por la reproducción de instituciones y mecanismos de una democracia vaciada por el clientelismo y la competencia - tarde o temprano enfrentan la misma pregunta: “Eso que propones parece bueno, pero ¿dónde está? ¿puedes darnos ejemplos concretos?” - Implícito en la pregunta está: “No queremos utopías”, “No queremos falsas esperanzas”, “Queremos propuestas viables y creíbles, que nos muestren que esto se ha podido hacer en algún lado...”
No se quiere, en definitiva, comprometer las energías organizativas y sociales en proyectos que pueden ser quiméricos, cuando esa misma energía puede estar dirigida a resolver algunos de los problemas urgentes acumulados. Y esto es comprensible. Pero este “realismo” que prefiere “pájaro en mano que ciento volando”, debe ser respetado y a la vez desafiado. Puede ser desafiado por la teoría, que tiene el poder de mostrar lo que no se ve o lo que aún no existe salvo en forma de potencial. Pero no siempre ni en cada caso puede ser respondido con ejemplos, y con ejemplos “exitosos”, que sustenten la hipótesis de que hay tal o cual camino distinto, que es posible y conveniente modificar tal o cual práctica.
Es precisamente a fin de proveer certidumbres y ejemplos aseguradores que se ha generalizado el procedimiento de seleccionar “experiencias exitosas” o “mejores prácticas”, las cuales por lo general son presentadas como “modelos a seguir”. Este mecanismo tiende a mitificar las experiencias, presentando (y muchas veces auto-presentando interesadamente) su lado brillante y sus resultados vistos linealmente: “a tal problema, tal solución” (de manera coherente con la lógica instrumental de la evaluación por resultados que tanto empuja el neoliberalismo), y dejando entre sombras la calidad y complejidad de los procesos, sus contradicciones, su historia real, sus conflictos.
Como sabemos, la propia génesis de una idea o un proyecto tiene “antecedentes o contextos previos” que los hacen en muchos casos únicos y como “modelos a seguir”. Por otra parte, entre el proyecto original y los resultados efectivamente obtenidos median sucesivas rectificaciones, adaptaciones, tensiones y conflictos, pugnas internas entre grupos o personas que representan o personifican justamente los polos de una realidad que es dialéctica y contradictoria, lo que se presenta como resultado es, por lo demás, un proceso abierto y nunca terminado.
Si nada de eso se muestra, el resumen que se encierra en la cajita de la “buena práctica” o la “experiencia exitosa” lleva a pensar en la genialidad de una concepción y de su puesta en práctica para resolver un problema determinado, en la historia de una innovación social y sus inventores, y en el paso siguiente y sencillo: ¡aplicar el modelo!.
El problema de aplicar un “modelo a seguir” es que ante una visión comprimida e instrumentalista de los “casos exitosos”, despojada de la política, la resistencia y el conflicto, podemos aprender poco. Más aún, al intuir que “la cosa no es tan fácil”, se instala la aversión al riesgo y la desconfianza en nuestra capacidad para intentar avanzar en esa dirección, aunque el resultado sea diverso, innovador a su manera. Por supuesto que la hipótesis del “modelo a seguir” es que la experiencia puede cristalizarse en fórmulas, procedimientos y manuales, pero ya tenemos una larga historia de manuales para el cambio universal y sabemos de sus limitaciones...
Como se ha insistido a menudo, podríamos aprender tanto o más de los “fracasos” que de los “éxitos”, pero tampoco resulta fácil definir bien qué es una y otra cosa. ¿Fue un fracaso la campaña por el vaso del leche en Lima, durante el gobierno de la Izquierda Unida? ¿Fue un fracaso el restablecimiento del Sandinismo como corriente cultural centroamericana? ¿Fue un fracaso la campaña de desprestigio de un candidato a la presidencia contra el que le precedia, en las pasadas elecciones en México?
El ejemplo del “modelo a seguir”, en fin, es un bien escaso o una búsqueda cuyo sentido está en cómo interpelemos a la experiencia. Se trata de diferenciar lo general de lo particular, lo novedoso de lo único y, en todo caso, posiblemente tanto lo uno como lo otro estén en el proceso y no en los resultados finales, suponiendo que sabemos cuándo se define el final... De hecho, sería interesante ver cómo están hoy las “mejores prácticas” y las “experiencias exitosas” de comienzos de la década, y qué efecto tuvo sobre ellas ser consideradas tales.