15 diciembre 2007

Las Saturnales son a las navidades lo que Attis a las pascuas




Con la ayuda de alguno que otro general romano, el desembarco del cristianismo en más de un pueblo implicó una concienzuda operación de cooptación. si en tal o cual lugar, al comenzar el otoño, se realizaban actos de adoración a determinados dioses, se mantuvo la celebración aunque cambiándole el sentido para adaptarlo a la mística propia. Claro está que esto a lo largo de los siglos causó más de un equívoco. De hecho los cristianos de hoy día creen que las pascuas y las navidades son festividades propias de la tradición cristiana.
Lo cierto es que ninguna de estas fiestas se origina en el cristianismo. Ambas tienen sus raíces en los cultos del misterio, las saturnales, la adoración de la diosa madre y la adoración del dios sol. Al menos en lo que respecta al tipo de ritos que se realizan en cada una y al momento del año en que se celebran.
A esta altura de los acontecimientos, ni da para discutir que la cooptación fue una de las principales tácticas reclutamiento de “almas” de la iglesia católica en los primeros siglos. Un toque después se dedicó a acumular capital como principal prestamista en Europa y Asia y entrando en la edad media su táctica principal fue manipular la información y restringir su circulación. Así fueron pasando los siglos y hoy por hoy creemos que las pascuas son una festividad netamente asociada a la tradición judeocristiana y las navidades ídem. En cierta medida es cierto, tal como la conocemos hoy es una festividad cristiana.
Veamos un ejemplo claro. ¿Cuántos de nosotros sabemos que los romanos adoraban a un Dios que resucitó de entre los muertos y a su madre, que a la sazón también resucitó? ¿Cuántos sabemos que el momento anual de la festividad correspondiente a ese Dios coincide con aquel en el que se conmemoran las pascuas de resurrección?.
La fe es un algo, algunos dicen que es un don, otros que es un opio. Por mi parte, que cada uno crea en lo que pueda ó quiera, pero siempre sin pretender imponérselo a los demás ni negando la realidad. Supongo que aquellos que tienen fe en Dios no basan su creencia en los relatos religiosos, por lo tanto no dejarían de creer por más que supieran las formas que la iglesia utilizó para imponer su poder, ni dejarían de creer porque hace años, otras personas creían en otros dioses que resucitaban. Digo, para sostener la fe seguramente no hace falta cambiar la historia… ó si?
Mucho antes de que el cristianismo se perfilara como religión dominante, entre los romanos se celebraban las fiestas en honor a Cibeles, madre y amante de Attis que muere y resucita en el equinoccio de primavera. Ese día se realizaba la “ceremonia del árbol” que consistía en cortar un pino del bosque y llevarlo al santuario de Cibeles por miembros de la congregación, adornarlo con guirnaldas y violetas, nacidas de la sangre de Attis, para conmemorar su muerte y castración bajo un pino. Los fieles de la diosa comenzaban sus días de ayuno después de esa ceremonia.
Dos días después de ese acto, tenía lugar un concierto con instrumentos de viento por la muerte de Attis. En la noche del tercer día se enciende una antorcha en las tinieblas, la tumba se abre y el hombre-dios, Attis se levanta de entre los muertos. El sacerdote susurra al oído de los fieles que están más cerca de él “la buena nueva” de la resurrección, y estos se lo cuentan a otros y así se va desparramando la noticia.
Al amanecer del mismo día de la resurrección de Attis se celebra la fiesta Hilaria. Es el equinoccio de primavera. la gente se viste con ropa muy colorida. Estas festividades concluían con una procesión en la que la imagen diosa, con su cara tallada en piedra negra, era llevada hasta un río donde un sacerdote, vestido de púrpura -el color de la diosa-, lava la imagen y demás objetos sagrados. Con este rito se aseguraban la lluvia y la fertilidad de los campos.
Creo que uno de los primeros que se animó a cuestionar algo de esto fue Sir James Frazer, en “la rama dorada”, y creo también que lo hicieron mierda. El simplemente decía que en todos los pueblos antiguos conocidos existía un culto muy extendido al dios de la fertilidad que moría y resucitaba: Tamuz en Mesopotamia, Adonis en Siria, Attis en Asia Menor y Osiris en Egipto.
Por su parte, en las saturnales, que se celebraban la segunda quincena de diciembre, se diluían todas las fronteras sociales, el esclavo le “cantaba las cuarenta” al señor, los señores servían a los esclavos, se ridiculizaba a políticos y militares. Todas las leyes eran dejadas de lado y durante unas horas, el mundo quedaba patas arriba. El rey -de la fiesta- era elegido por un dado y podía hacer lo que quisiera sin que nadie pudiera imponerle nada. Claro, esto tenía un costo, al finalizar las Saturnalias lo sacrificaban en un altar en honor a Saturno. Los banquetes eran muy frecuentes y la gente tenia por costumbre darse regalos, especialmente velas de cera de colores muy vistosos.
Las saturnales, como tantas otras fiestas romanas de la antigüedad, estaban fuertemente vinculadas al ritmo del trabajo agrícola. Estas en particular, eran las fiestas de la culminación de los trabajos del campo al finalizar la siembra de invierno. En ella se conmemoraba la alianza con los dioses, y se añoraba la época en la que todos vivíamos en el “paraiso” a comienzos de la humanidad, cuando bajo el mandato de Saturno manaban leche y miel de las fuentes y no había señores ni había esclavos y nadie tenía que trabajar para ganarse su pan.
Los obispos, enfrentan durante el siglo IV, la intensificación de las relaciones entre las distintas comunidades y con ello también, la confrontación entre las correspondientes corrientes doctrinales en pugna, procesos ambos que terminan de profundizar sus liderazgos y su calificación para llevar a cabo los distintos debates suscitados. La amplitud de los dispositivos que estos clerici ponen en juego, termina por involucrar, a partir de allí, no solamente la constitución del dogma, sino además las acciones de propaganda y difusión de prácticas doctrinales a partir de la evangelización, los gestos permitidos e interdictos y, en suma, las modalidades de percepción y representación que se despliegan y transforman por el impulso de los diversificados receptores de sus discursos e imágenes. Receptores particularmente reacios en los espacios rurales configurados por culturas locales de etnicidades complejas, como celtas, germanos, beréberes, capadocios…
Con este nuevo protagonismo cristiano, buscado y reconocido desde el período Constantiniano, se instaura entonces toda una nueva gramática social, que reconfigura los ámbitos en los que se ejerce y que manifiesta una casi asombrosa permeabilidad.
Es así como ante la necesidad de acabar con los excesos de las fiestas paganas e imponer su propia liturgia, durante distintos momentos del siglo IV, los obispos instauran el mes de diciembre como el de la natividad de Jesús. Cosa que logran hacer primero en Roma y luego en el Imperio Carolingio. ¿Porqué el 25 y no cualquier otro día de diciembre? Una explicación bastante acertada de esto parece ser que en el calendario juliano se ubica al solsticio de invierno del hemisferio norte el 25 de diciembre y ese día se celebraban las fiestas paganas de la natividad -nacimiento del sol-
Quizás lo justo sería hablar de que las pascuas o las navidades, cuando comenzaron a desarrollarse popularmente, tomaron elementos de otras fiestas no cristianas, en un intento de asimilarlas para eliminarlas o sencillamente como consecuencia inevitable de su coexistencia, dada la similitud de sus motivaciones. La prohibición de las fiestas paganas por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas facilitó esa incorporación de elementos de unas a otra, aleccionada por el pueblo, siempre amante de sus tradiciones y nunca dispuesto a perderlas. El fondo, lo popular, habría quedado intacto y sólo habría cambiado su apariencia externa.